
Para que los productos de la industria farmacéutica y, más importante, sus beneficios
para la salud, lleguen a los pacientes es preciso que existan canales de distribución
adecuados. La distribución de medicamentos, o más precisamente la distribución y
dispensación de medicamentos, participa en la “cadena del valor” de éstos mediante dos
tipos de actuaciones. Por una parte las propias de cualquier sistema de distribución -
compra y venta, financiación, logística del transporte, almacenamiento, servicio, etc. – ,
muy similares a las que se llevan a cabo en la comercialización de otras líneas de
productos, como alimentos cárnicos, congelados, etc. Por otra, las genuinamente
sanitarias, las que se engloban en el término “dispensación”, que se acogen a las
especificidades de una concreta tradición profesional.
En Occidente se estableció hace siglos la separación de las funciones de indicación de un
remedio – prescripción – y las de su preparación y venta, lo que generó dos grupos
profesionales –médicos y farmacéuticos – cada uno con sus propios saberes y diseños
institucionales. En el último medio siglo la industrialización del sector ha operado una
nueva división, la existente entre la fabricación de fármacos dispuestos para su consumo
por el usuario final y la distribución y dispensación de estos productos, por lo que en la
actualidad la elaboración por los farmacéuticos de preparados medicinales en las oficinas
de farmacia tiene una representación meramente simbólica en el conjunto de su práctica.
La distribución y dispensación del medicamento está configurada por tres grandes
actores: las empresas de distribución mayorista, la extensa red de oficinas de farmacia
(OO.FF.) y los servicios farmacéuticos hospitalarios.
En muchos países la distribución y dispensación está
sometida a una importante regulación pública. En el caso español esta regulación parece
guiada más por intereses sectoriales e indeseables dependencias de senda que por el
elusivo concepto de bien común o por la consecución de los beneficios para la salud, a la
que el importante contingente de sanitarios implicados en el proceso puede contribuir.
En las páginas siguientes se describen los principales rasgos que caracterizan la realidad
de cada uno de esos actores, los incentivos presentes y las escasas perspectivas de
cambio que pueden preverse. El último apartado aboga, a la luz de lo previamente
aportado, por potenciar los aspectos específicamente sanitarios, frente a su actual
devaluación efectiva, entendiendo que es la única justificación para mantener un diseño
de distribución que responde a unas condiciones ya inexistentes.

Totalmente de acuerdo en: distribución de medicamentos, participa en la “cadena del valor”.
ResponderEliminarTodos las áreas integrantes y paralelas a la salud deben de estar perfectamente cuidadas.